En Colombia, la conservación ambiental se ha convertido en un tema de debate. Mientras unos la ven como una necesidad urgente para proteger nuestros ecosistemas, otros la entienden como una oportunidad económica. Pero, ¿Qué implica realmente financiar la conservación?

El país cuenta con más de 59 millones de hectáreas de bosques (IDEAM, 2023), una biodiversidad única y ecosistemas estratégicos como el Amazonas, el Chocó biogeográfico y los páramos. Sin embargo, cada año se pierden en promedio 100.000 hectáreas de bosque por deforestación (MinAmbiente, 2023), lo que plantea la urgencia de medidas efectivas de conservación.
Desde hace años, modelos como el pago por servicios ambientales (PSA) han intentado equilibrar la protección del medio ambiente con beneficios económicos. En el Caquetá, por ejemplo, más de 2.500 familias han recibido incentivos para conservar sus bosques, evitando la deforestación y promoviendo usos sostenibles del suelo (WWF, 2022).
Otros programas, como la comercialización de créditos de carbono, han sido impulsados por grandes empresas para compensar su huella ambiental. Colombia ha desarrollado uno de los mercados de carbono más activos de Latinoamérica, con ventas que superan los 350 millones de dólares desde 2016 (MinHacienda, 2023). Sin embargo, estos mecanismos han sido criticados por la falta de transparencia en la distribución de beneficios y su real impacto en la reducción de emisiones.
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Entonces, ¿Quién se beneficia realmente de estos modelos?
✔️ ¿Las comunidades locales que protegen los ecosistemas?
✔️ ¿Las empresas que usan estos programas para mejorar su imagen?
✔️ ¿O es una combinación de ambos?
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No podemos negar que la conservación necesita inversión, pero debe estar alineada con la ciencia y la justicia ambiental. Colombia es un país megadiverso, y su riqueza natural no debería depender solo de un modelo económico.
En conclusión, la conservación puede convertirse en un negocio, pero no siempre significa que sea sostenible o justo. Si bien existen modelos que han logrado generar beneficios económicos y ambientales, como el pago por servicios ambientales y los créditos de carbono, su éxito depende de cómo se implementan. Si priorizan el bienestar de las comunidades locales y la restauración real de los ecosistemas, pueden ser herramientas poderosas. Sin embargo, cuando la conservación se reduce a una estrategia comercial sin un impacto ecológico tangible, corre el riesgo de ser solo un negocio con fachada verde.
🌿 Si quieres conocer más sobre este tema y otros análisis sobre sostenibilidad, explora nuestra sección de blog, Allí exploramos cómo hacer de la conservación una estrategia real para un futuro sostenible.
Ahora te pregunto ¿La conservación debe verse como un negocio o hay otras formas de hacerla viable?
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